15.4.09

3:22 a.m.

3:22 am. Suena el despertador de la radio, se oye la canción con la que se casó, la que escuchó después del divorcio y la que escuchó un dia que tuvo que correr al trabajo por la tardanza, como hoy, ¿Quién programa el despertador a las 3:22? Se decía a si mismo reclamandose de obviar la tradición de ponerlo exactamente a las 3:12, pero ya nada se podía hacer, ahora tenía que hacer un esfuerzo inhumano para tomar el bus q salía a las 4:54 de la estación, se lavó solo los dientes de arriba, se lavó la cara, se abotonó todos los botones de su camisa, y los de sus otras camisas que tenía colgadas en el armario, hace tiempo venía con ganas de hacerlo pero nunca había tenido mucho tiempo, se puso los zapatos negros que no hacían juego con su traje, pero ¿que importaba? Iba tarde y no encontró los amarillos.

Salió de la casa corriendo hacia el Oeste con tal velocidad que el Sol aún haciendo su mayor esfuerzo por alcanzarlo, no lo logró. Llegó a la estación en el preciso momento en que el bús de las 4:54 salía con apenas 2 pasajeros. Maldijo la hora en que se lavó los dientes de arriba y pensó que si hubiera omitido ese detalle sería la tercera persona en el bús de las "faltando seis para las 5" ahora iba a tener que esperar el siguiente bús. La fila de personas era enorme, todos sin poder quitarse esa cara de maldición por haber puesto el reloj a las 3:22, el bús llegó unos minutos después de lo normal, pero por primera vez en el día corrío con suerte ya que pudo ser parte de los afortunados que no tenían que esperar al siguiente bús, aunque fuera de pie.

De camino como de costumbre por diversión lo hacía, miró con atención la cara de los otros pasajeros que compartían destino, trataba de inventarse historias sobre cada uno de ellos, por como iban vestidos intentaba adivinar su trabajo, lo felices que eran con hacer lo que querían y lo que les gustaba, esto aún sin darse cuenta era una manera de reprocharse su cobardía al no hacerle caso a aquella parte del cerebro a la que le llaman corazón. A su derecha iba un hombre que por su vestidura se notaba que de seguro tenía un puesto importante en algún banco, o talvéz era dueño de una enorme oficina donde trabajaba todo el día atendiendo llamadas de gente molesta y encantadora, todo esto llegó a molestarlo tanto que decidió no pensar más en la vida tan feliz de aquel hombre, ya que solo le producía envidia y enojo por su patética vida.

El transporte se detuvo y casi la mitad de los pasajeros se bajaron en la parada frente al edificio donde la gente con corbata iba a hacer cosas "de verdad importantes", cosas que el no conocía por más que quisiera, por un momento sintió deseos de bajarse, pero ¿Para qué?, el no pertenecía a ese mundo de cuentas y oficinas, el lo había decidido hace mucho tiempo y ya no había vuelta atrás, "Si pudiera volver en el tiempo", pero igual ya era tarde. Dos paradas después se bajó del bús y se dirigio a su aburrido trabajo, lo que nunca hubiera querido ser de niño, cuando jugaba a hacer cuentas y garabatear firmas para cheques en su oficina improvisada, ahora caminaba tristemente con la esperanza de que todo pasara rápido y algún día jubilarse, pero hasta entonces debía ir otros 3 meses a la Luna a hacer cosas aburridas y nada importantes.
"La NASA es una mierda", pensaba.