23.12.10

Las 7 sillas

El fraile Alberto lo había despertado de madrugada con el sonido ensordecedor del teléfono junto a su cama; de haber tenido esposa no le hubiera durado tanto después de las cuatro llamadas de los días anteriores a la misma hora.

-La quinta silla está en Francia - dijo de golpe el joven sacerdote - Las escrituras ubican a Lyon como la quinta parada de nuestro Señor en su viaje secreto.
Aún sin estar recuperado del arranconazo del sueño, pensaba inconscientemente sobre el exceso de información que le dio su colega, cuando un “en Lyon” o solamente “Lyon” hubiera sido suficiente.

-El tren sale a las 4 – dijo cortante todavía sin abrir los ojos, mientras colgaba para no dejar oír algún otro detalle inútil, talvez su nombre.
Se había involucrado en esta causa por órdenes del consenso superior religioso al que pertenecía, la misión bien sabida que era difícil para cualquier persona, para un monje era más que interesante, si bien era sabido que ningún cura puede llorar y suplicar por su vida en sus últimos momentos con la excusa de su esposa e hijos, es de asombrarse la frialdad con la que trabajan cuando la situación lo amerita.

A las 4:05 estaban debidamente acomodados en sus asientos, sobre sus piernas Alberto llevaba un cuaderno con 7 puntos, 5 de ellos con una dirección, la última con tinta que no había acabado de secarse.

El evangelio de Judas Iscariote era poco claro en los lugares de descanso del Mesías, se necesitaba de horas de estudio y abundante conocimiento de las escrituras para dar con las aproximaciones de las ciudades donde serían encontrados los artefactos sagrados que fueron usados por el Salvador, artefactos representados con la palabra “םי” que por más eruditos y conocedores del hebreo que pusieron sus ojos en aquel símbolo extraño se mantuvo como un misterio hasta que un joven sacerdote llamado Alberto quién ahora viaja a unos 110 kilometros por hora, dio con el punto clave de que la palabra no estaba en hebreo sino más bien en arameo, lengua raramente usada o más bien del todo inutilizada a la hora de la confección de la Biblia, el hecho de porqué razón Judas Iscariote utilizó el arameo en aquel momento pasó a segundo plano tanto por las elocuencias y mala reputación del personaje, como por el descubrimiento de la palabra que llevaba meses sin querer decir nada, “Silla” dijo sin esfuerzo Alberto al momento de ver la palabra por primera vez sin darse cuenta del descubrimiento elemental al que había llegado, los demás sirvientes de la fe lo miraron con fuerte agrado luego de este explicar el uso del idioma.

Por lo anterior está de más decir porqué un hombre que apenas llegaba a los 30 años estaba involucrado en una misiva tan azarosa como esta.

La tinta del punto 5 ya estará seca con los primeros rayos del sol entre los Alpes franceses que se miran detrás de la ventana empañada del vagón 3 de pasajeros.
El padre que fue puesto en esa misión para ser una especie de balanza de edad, miraba aún con ojos cansados el punto 1. “Chiesa di Montenero, Livorno, Italia”, vale aclarar que no fue esta la primera ubicación en ser descubierta, sin embargo su corta distancia con sus habitaciones en Roma los hizo comenzar su aventura en la pequeña iglesia de Livorno, al llegar fueron atendidos con todos los honores por los hermanos que ya habían sido avisados de la visita eclesiástica que no dejaba ni un punto en blanco del enorme misterio que la envolvía.

Luego de poner al día sobre los movimientos importantes en la capital religiosa del mundo a los siervos de Montenegro, Alberto y su compañero fueron muy decididos con sus palabras.
-Han sido muy cordiales al recibirnos con tan buena gana pero por órdenes del papa debemos pedirles que nos dejen solos – dijo Alberto con aires de superioridad al mencionar a la máxima figura.
-Al terminar con la inspección responderemos a todas las preguntas que les estén sobrevolando – dijo el más viejo de los encomendados para disimular la arrogancia de su compañero.

Los otros frailes salieron de la iglesia sin hacer más preguntas, al momento de cerrarse las puertas los dos que quedaban dentro comenzaron su búsqueda silla por silla, comenzando por las grandes sillas en el altar principal y terminando por las bancas más humildes de la última fila, el resultado fue el esperado, nada raro con ninguno de los descansos, de pie frente al altar ninguno decía nada, parecía que el tiempo les había ganado la partida y este fue verdugo del santo artefacto, algún incendio, algún hombre pesado, algún reamuebleamiento se les había adelantado.
Apunto de rendirse estaban cuando un sonido proveniente del altar les retuvo los pasos que ya iban acercándose a las grandes puertas, se quedaron sin moverse hasta que un segundo sonido y este reconocido por ambos como un hipo los hizo dirigirse excitados al púlpito y de ahí un tercer sonido los obligó a asomarse debajo de la mesa donde era colocado el grial y las ostias. Debajo de la mesa sacaron a un monaguillo que suplicaba que por favor no le hicieran daño, que se había quedado ahí porque le pareció incorrecto interrumpir la conversación con los sacerdotes principales de la iglesia y luego de estos salir ya era demasiado tarde.

- ¿Qué escuchó? – Decía pacientemente el padre más viejo mientras Alberto sujetaba con fuerza al monaguillo.
- Algo de unas sillas, de que no estaban, les juro que no entendí de que hablaban.
- ¡Miente! – replicó Alberto
- ¡Lo juro! – Decía casi gritando el asustado ayudante – Les juro que eso fue todo lo que escuché.
- Bueno pues entonces parece que vamos a tener que llamar a sus superiores para que se encarguen de esto.
-No por favor, se los suplico…yo sé lo que buscan – dijo de pronto el monaguillo – yo sé dónde está lo que buscan.
- ¿Donde? – Dijo incrédulo Alberto.
- La silla está en el confesionario. – dijo llorando el obispillo.

Tirando al servidor de padre, Alberto corrió en dirección al confesionario pensando lo tontos que habían sido de haber estado a punto de irse sin haber revisado el confesionario que ahora parecía enorme.

Sacó una silla como cualquier otra, durante un momento se le quedó mirando esperando que algo pasara, pero como con las sillas anteriores todo siguió igual, estallando en cólera caminó en dirección al monaguillo cuando de repente el cuerpo se le heló al escuchar unas palabras a su espalda, el asiento estaba hablando y decía “...y de la tierra. Su luz es como una hornacina en la que hay una lámpara encendida. Esta lámpara está en un recipiente de vidrio que es como una estrella, radiante. Se enciende de un árbol bendito, un olivo que no es de oriente ni de occidente…”

-El Corán – dijo absorto el fraile más viejo – el asiento está recitando el Corán, ahora sabemos porque era tan urgente está andanza.
- Y podemos dar por hecho que no somos los primeros en darnos cuenta de esto, los sacerdotes Montenegrinos ya deben saberlo, tenemos que…

Un fuertísimo golpe desde afuera de la puerta llenó el templo e hizo despertar abruptamente al viejo monje que se reponía de aquel sueño agitado que había vivido pocos días antes, ya despierto recordó sintiendo una adrenalina en aumento como terminó aquella faena que acababa de vivir nuevamente, los recuerdos volvían como flashes, de cómo tuvo que salir por una ventana demasiado alta para su viejo cuerpo, de cómo escuchó los gritos en lenguas demoniacas que derribaban la puerta, de cómo corrió por entre un bosque que parecía tragárselo, de cómo las palabras “Y Alá expone alegorías a los hombres porque Alá es el Conocedor de todas las cosas” eran devoradas por el santo fuego que terminó todo rastro de la silla malbendita.

Los días siguientes al suceso en Livorno fueron menos agitados, la cautela de los sacerdotes se acrecentó a tal punto de que llegaban a las iglesias donde se encontraban las sillas haciéndose pasar por mendigos pidiendo asilo, como en el segundo punto “Iglesia de Santiago de Compostela, Compostela, España” donde la poca validez que tienen los mendigos les funcionó para pasar desapercibidos y así en el anonimato de la noche consumir en llamas una silla de siete colores que no tardaron mucho en encontrar, ya que como fue dicho antes siempre empezaban por el altar.
Pero aun así no siempre fue sencillo encontrar los mentados artefactos, algo parecido a lo que pasó en Italia donde no podían encontrar la silla tuvo lugar en el punto 3 de lista secreta, en la “Igreja do Bom Jesus do Monte, Braga, Portugal” donde pasaron 6 horas inspeccionando el lugar hasta que Alberto cansado física y mentalmente se desplomó en un asiento al azar y pudo notar por gracia divina que aquel asiento era el más cómodo en el que se había sentado en su vida, cambió de asiento para comprobarlo e hizo sentar a su compañero en aquel banco viejo de madera que era digno de los dioses o más bien del Dios hijo, otro reclinatorio que acabo en la hoguera.

La mayor sorpresa fue la noche anterior al inicio de esta historia cuando en el punto 4 “Cathédrale de Saint-Étienne, Toulouse, Francia” el número teatral de los mendigos se vio interrumpido al escuchar la orden del líder del templo de que necesitaba urgentemente eliminar una especie de silla que estaba acabando con las buenas costumbres e ideales católicos, otra silla que hablaba, pero esta al contrario de simplemente narrar algo escrito se distinguía por su capacidad de tener ideas propias y (cabe decirlo) bien formuladas. Hablaba sobre la poca ética de la iglesia católica de pedir indulgencias y sobre la igualdad entre hermanos.
-La más luterana de todas las sillas – decía divertido Alberto mientras sus ojos reflejaban el fuego que todo lo consume.
En tus manos encomiendo mi espíritu; me has redimido, oh Señor, fiel Diosterminó diciendo entre las llamas la silla en su intento de darle sentido a las palabras del fraile burlón.

El tren se detuvo en la estación de Lyon y los pasajeros del vagón 3 salieron como un ganado de ovejas en verano, el punto 5 ya estaba seco del todo y rezaba “Basilique de Fourvière, Lyon, Francia”, frente a las puertas cerradas del templo los monjes se detuvieron planeando como entrar esta vez, poco tiempo llevaban cuando de repente un guarda se les acercó.
-Buen día señores, ¿Son ustedes los enviados de Roma?
-Si – se apresuró el viejo padre.
-Muy bien, voy de inmediato por las llaves, no me tardo – decía el guarda con felicidad mientras corría hacía un costado de la basílica.
Al volver el guarda generosamente abrió la pesada puerta de la iglesia.
-Por órdenes de mis superiores – dijo como disculpándose – voy a tener que cerrar la puerta, pero voy a estar afuera, por si necesitan cualquier cosa, de nuevo muchas gracias por haber venido. – decía mientras cerraba y dejaba en profunda soledad a los religiosos.

La ya más que ensayada rutina de búsqueda de la silla comenzó su curso, de nuevo siempre empezando por el altar, luego bajando y hasta el final, el confesionario, la operación no dio frutos, recordaron la silla cómoda, las comenzaron a probar una a una, primero el altar, los asientos de adelante hacia atrás, y luego el confesionario, Alberto fue a los baños esperando llevarse una sorpresa, ninguna, se sentaron en bancas al azar a la espera de que alguna hablara, el tiempo dejó de existir para ellos desde el momento en que pasaron por las magnas puertas, el sueño comenzó a llegar, primero para el padre más joven que quedó tendido boca abajo en una larga banca de madera oscura, luego para el más viejo que como era su costumbre durmió boca arriba con los brazos cruzados sobre el pecho; como ensayo pre póstumo.

Al despertar el sacerdote de más edad, sus ojos no pudieron cerrarse en mucho tiempo; aun sabiendo que el tiempo aquí dentro no existe. Sin despegar la mirada de un punto fijo comenzó a gritar el nombre de su compañero, quién despertó asustado pues nunca había escuchado tanto nivel de decibeles salir de la boca de su ahora amigo. Al verlo creyó que este estaba muriendo y sus ojos miraban fijamente una luz lejana que se acercaba lentamente para llevarlo a su última morada, pero no era así, el viejo católico le señaló el cielo de la iglesia y Alberto pudo ver como si sus ojos no hubieran visto las más insólitas cosas los días anteriores, una silla levitando en lo más alto de la iglesia, pero eso no fue lo que provocó la impresión de ambos, la silla llevaba una mujer encima, una monja que parecía estar profundamente dormida.

-No está dormida – dijo como para respondernos el padre de las canas – esta mujer está muerta.
-¿Cómo está seguro de eso?
-Hemos estado aquí más de 24 horas y esa mujer no ha dicho nada, si estuviera viva algo nos habría dicho, aparte de que no pienso que lleve ahí poco tiempo, y el olor, al principio creí que estaba imaginándolo pero ya le encuentro la explicación.
-¿Qué olor? – dijo confuso Alberto
-Llevamos ya mucho tiempo aquí, tu cerebro ya se acostumbró.
-¿Qué podemos hacer?
-No lo sé, no hay manera de llegar hasta ella, ahora entiendo porque las puertas de la iglesia estaban cerradas y todo fue tan fácil.
La puerta sonó 2 veces, ambos sacerdotes corrieron hacia ella, desde afuera se escuchó una voz.
-Padre Alberto, padre Juan, ¿están ahí dentro?
-¡Sí! – gritaron en coro.
-Hemos venido para darles la extremaunción – comunicó la voz desde afuera.
-¡¿Qué?! – gritó Juan, y sus pupilas se dilataron como cuando se muere.
-Ustedes han encontrado las 5 sillas de nuestro Señor Jesucristo y la comunidad católica está muy agradecida pero no podemos dejarlos vivir sabiendo tanto.
-Pero... - gritaba como un niño Alberto – ¡Pero son 7 las sillas!, tenemos que encontrar las otras 2 sillas todavía. ¡No nos hagan esto, por favor!
-Las otras sillas ya fueron encontradas, y los padres que las hallaron han sido quemados al igual que los frailes que tenían algún conocimiento sobre los artefactos, todos aquellos con quienes ustedes tuvieron alguna relación en estos días están ahora en la gloria de nuestro señor Jesucristo.
-No puedo creer lo que nos están haciendo – dijo llorando Alberto a su compañero.
-Es de asombrarse la frialdad con la que trabajan cuando la situación lo amerita. – Dijo Juan sin emoción.

La extremaunción se escuchaba mientras el fuego inquisidor del que habían sido aliados inseparables en sus días pasados comenzaba a llenar la basílica de San Esteban rápida o lentamente; recordemos que en este espacio el tiempo no existe.